Tuesday, February 23, 2016

Cerca

Tu todo lo dueles.
Laceras la carne.
Diamante ondulante,
transluces la fe.

Y como está dictado en todo lo real
el instante del testigo es eternidad 
en la memoria.
El pavimento contempla en su negrura
la humillación en progresión geométrica.
En frente oigo la bestia respirar, y
llevado por el helor nocturno su aliento
sacude hasta el núcleo del tuétano, y su hogar
tiene forma de montaña y aquella, 
ojos ausentes de gris calavera.

Oh todos saben, la clemencia no ha de ser
suplicada al inanimado objeto
al doloroso afilado instrumento,
¡y no maldigas al inocente a su través!
Oh proyectil sujeto a la cadena
más rígida de la causalidad.
Es tu impacto fulminante, supersónico, 
y golpeará con toda certeza, la piel y la derretirá.

Desde instantes triviales a décadas de vida, 
y del punto ideal a la extensión tangible de la tierra, 
la huella que causase un mineral punzante será igual
a la de una esquirla cualquiera, pero a aquella
Habémosla de olvidar? ¿o su destello permanecerá?

El honor del mendigo de nuestro espíritu 
se pulveriza por la sola culpa del vacío 
de una cuenca de ojos ausentes

Empero a la lumínica plenitud
bien amamos tu y yo animal diurno.
Y a las luminarias que en la bóveda se vieron
opacadas por diamantes negros
les lloramos como merecía su valor.
Pero no eludas la humillante pérdida, no. 
La Mayor del firmamento sólo luce
cuando perdemos del cielo a las pequeñas
estrellas de una larga noche en vela.